domingo, 13 de noviembre de 2011

RELATO DE UN RALLY

La semana pasada acudí al rally del Partido Popular, que tuvo lugar en el Pabellón de Deportes de la Universidad de Málaga; y tuve la ocasión de ver cómo se gestionó el acto desde la perspectiva de la comunicación. Lo primero que hay que plantearse en este tipo de actos es que el espacio se llene y no hay que dejar nada a la improvisación. Así, cuando me dirigía al escenario estuve contando el número de autocares que estaban estacionados y casi llegaban a 70 autocares. Si contamos que en cada uno de ello pueden caber unas 50 personas, nos salen que sólo en personas que acudieron en ese medio de transporte fueron unas 3500 personas. En todos ellos figuraba un cartel con la procedencia del transporte, ya sea de un distrito de Málaga o de municipios de la provincia. Primera enseñanza: si hago un rally debo llenar el sitio.

Realmente a lo que acudí es a un mitin, pero utilizaré la expresión estadounidense para definir a este tipo de eventos. Aunque en sus inicios consistían en alocuciones a un público heterogéneo y multiideológico con el fin de explicar las propuestas políticas, en la actualidad son anacronismos y están centrados en la autorreferencialidad y la sublimación partidista. Esto es, si acudiera un ciudadano de otro partido no sería bien recibido.

La escenografía estaba totalmente preparada con pantallas que emitían imágenes de la persona que hablaba en cada momento, asistentes con banderas (la mayoría del partido, muy pocas de España y no ví ninguna andaluza), volumen muy alto, y atril en el centro. Los intervinientes fueron participando con criterios protocolarios (de menor a mayor importancia) y con un tiempo determinado (las miradas a sus relojes eran reiteradas para no excederse en el tiempo asignado). Es decir, una aplicación estricta de protocolo que consiste en la ordenación espacial, temporal y personal.

Eso sí, con problemas, algunos solucionales y otros no. Pude percibir varios inconvenientes poco solucionales como son el seguidismo extremo que motivaba que parte del público pidiera movimientos no muy oportunos (¡que bote!, ¡que bote!), que lanzara gritos de amor perpetuo o que gritara desde el fondo ¡no se oye!, ¡el volumen más fuerte!. Otros sí evitables como el hecho de que a los quince minutos de la finalización del rally y cuando hablaba el líder del partido (Mariano Rajoy) unas veinte personas se marcharan para subir rápido al autocar y así evitar el atasco (taco como diría un chileno) de la salida.

Recomiendo a aquella persona interesada en la comunicación que acuda a un tipo de estos eventos, aunque se aleje de su principal función como es la movilización de los votantes, la presencia en los medios de comunicación generando publicity o la participación de los líderes de opinión del partido y su consiguiente movilización social.

Quiero acabar haciendo mención a esos líderes de opinión que usualmente se asocían a personas de resonancia pública pero que, atendiendo a los criterios establecidos por Lazarsfeld, Gaudet y Berelson, es toda persona que cumpla, primero, que intenta convencer a otra persona de su manera de pensar; y, segundo, que los individuos le otorguen competencia y conocimiento sobre un tema. Y eso significa que pueden ser líderes conocidos pero también desconocidos.